Incorporar el olor al cine ha sido uno de los desafios que traen de cabeza a la industria cinematogáfica desde sus inicios. Mucho antes incluso de que se implantaran el sonido o el color, se llevaron a cabo multitud de intentos para llevar aromas a la gran pantalla que no consiguieron convencer ni a sus propios creadores.
Más de 100 años después un ingeniero español dio con la solución, la convirtió en un aparatito del tamaño de una caja de zapatos y al sistema lo llamó Olorama. Sin embargo llegar hasta aquí ha supuesto una sucesión de inventos estrambóticos y creaciones disparatadas de las que vamos a hacer un pequeño repaso.
Las bolas de algodón (1916)
En 1916 en el Family Theater de Forest City (Pensilvania, EE.UU.), su propietario, el célebre Roxy Rothafel, quiso dotar de un plus de elegancia a la proyección de un reportaje sobre el desfile del Torneo de Rosas de Pasadena, donde participan docenas de carrozas repletas de flores. Para ello se colgaron del techo de la sala unas enormes bolas de algodón impregnadas en perfume de rosa frente a unos ventiladores que esparcían el aroma por todo el espacio.
Las salas perfumadas (1929)
El ejemplo de Roxy caló entre los propietarios de cines norteamericanos y en 1929 en Nueva York y Boston (EE.UU.) se probaron varios métodos para perfumar la sala desde el techo y a través de los conductos de ventilación. Los títulos elegidos fueron «The Brodway Melodie» («La Melodía de Brodway») y»Lilac Time» (traducida en España como «El Gran Combate»). Se trataba de un único aroma, y el resultado era similar al de haber echado ambientador. Al poco tiempo de entrar en la sala el olfato se acostumbraba al olor y el efecto perdío todo su sentido.
El aire comprimido (1943)
El primer gran intento de sincronizar los olores al desarrollo de la acción en la pantalla llegó en 1943. En un cine de Detroit se utilizó un sistema que, mediante aire comprimido, inyectaba diferentes olores en los conductos de aire acondicionado. Durante la película «The Sea Hawk» («Halcón de mar») protagonizada por Errol Flynn, se intentaba recrear mediante olores a brea, alquitrán o brisa marina, el ambiente a bordo de un barco. Por su parte en la película «Boom Tow» («Fruto dorado»), con Clark Gable y Spencer Tracy, cada personaje tenía su propio olor característico que le delataba: café, tabaco, cigarrillos…
El invento tampoco cuajó, entre otras cosas porque las esencias permanecían mucho tiempo en la sala y se mezclaban unas con otras perdiéndose el efecto que deseaban y convirtiéndose en una molestia.
AromaRama (1959)
En 1959, Walter Reade, Jr. presentó al mundo AromaRama, un aparato de su invención cuya novedad era el sincronizar automáticamente la dispersión de olores por los conductos de ventilación a través de una banda adherida a la propia película. Para intentar evitar la mezcla de olores se utilizaba un perfume neutro entre escena y escena.
El estreno fue con el documental «Behind the Great Wall» («Tras la Gran Muralla») y de nuevo resultó un fracaso absoluto. Los olores eran demasiado químicos y artificiales, no se correspondían con la realidad y llegaban a resultar muy molestos al espectador. La revista Time lo describió así:
«Cuando en la pantalla aparece un precioso bosque de pinos, sin embargo huele como los aseos del metro en un dia de limpieza».
Scentovision y Smell-o-Vision (1939)
El suizo Hans Laube presentó en la Exposición Universal de Nueva York de 1939 un sistema llamado Scentovision en el que un operador, mediante un teclado, iba liberando diferentes aromas a través de unos tubos situados en los asientos de los espectadores. El cineasta Michael Todd y su hijo, conocidos por ser los inventores del sistema panorámico Todd-AO, se entusiasmaron con su invento y se asociaron con el suizo para mejorarlo y estrenar la primera película rodada expresamente para ser exhibida con olor, «Scent of Mistery» («Aroma de Misterio»).
Al nuevo invento lo llamaron Smell-o-Vision y tuvo el mismo poco éxito que sus predecesores. Instalar este sistema en un cine era muy caro, y empleaba más de tres kilómetros de tuberías. Los críticos se quejaban de que el sistema de tubos hacía ruidos que molestaban, e incluso llegaban a salpicar al espectador. Una de las críticas del New York Times llegó a decir que
«Hubiera sido mejor que lanzaran gas de la risa, por lo menos habríamos disfrutado de la película».
Odorama y los olores de rascar (1982)
En 1982 John Waters volvió a flirtear con el olor en su película «Polyester«. En este caso al entrar al cine se distribuyó al espectador una tarjeta denominada Odorama con diferentes recuadros en los que al rascar con la uña se desprendían diferentes aromas encapsulados en el papel. Una señal sobreimpresa durante la película indicaba en qué momento se debiaa rascar cada casilla. Esta técnica se ha vuelto a utilizar ocasionalmente en otras películas infantiles como «Rugrats go Wild» o «Spy Kids 4D».
El Sniffman o collar oloroso
Ya en el siglo XXI, el inventor alemán Stefan Reutz creó un dispositivo al que llamó Sniffman, en un claro juego de palabras en referencia al Walkman de Sony. Se trata de un aparato que se coloca alrededor del cuello y que va desprendiendo diferentes olores cuando es activado a través de señales de radio. El sistema no ha llegado a cuajar ya que obligaría a las salas a hacer un gran desembolso en estos aparatos y resulta incómodo para el espectador.
Olorama (2013)
En el año 2013 el ingeniero español Raúl Porcar desarrolló Olorama, el sistema más eficiente creado hasta la fecha para incorporar el olor al cine. Se trata de un pequeño aparato que, sincronizado por wifi con el reproductor de la película, es capaz de dispersar en el ambiente hasta 12 aromas diferentes. El gran avance de Olorama respecto a intentos anteriores radica en que el aroma dura exactamente el tiempo necesario y no se mezcla con el de la escena siguiente. Además al ser un sistema escalable permite su instalación tanto en grandes salas de cine como en reproductores domésticos.